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La concentración de la música clásica
El mito de que la música clásica -y, en concreto, Mozart- puede hacer que la gente sea más inteligente lleva 20 años vigente. En 1998, el gobernador de Georgia incluso intentó financiar una cinta o un CD de música clásica gratis para cada recién nacido del estado. Pero hay muy pocos datos que sugieran que escuchar a Mozart realmente te haga más inteligente.
El “efecto Mozart” se convirtió en una sensación pública después de que la prestigiosa revista Nature publicara un artículo en 1993. Ese estudio, dirigido por Frances Rauscher (ahora en la Universidad de Wisconsin), descubrió que los estudiantes universitarios que escuchaban la Sonata K.448 de Mozart durante 10 minutos acababan obteniendo unos 8 puntos más en las pruebas de inteligencia espacial que los que escuchaban instrucciones de relajación o silencio.
Pero incluso en este estudio, los efectos fueron muy temporales, desapareciendo después de 10 a 15 minutos. Y escuchar a Mozart sólo tuvo efectos en tareas de inteligencia espacial como doblar papel o resolver un laberinto con un lápiz. (Un estudio de seguimiento descubrió posteriormente mejoras espaciales similares en ratas expuestas a Mozart en el útero).
Efectos de la música
Las ratas que escucharon una sonata de Mozart expresaron niveles más altos de varios genes implicados en la estimulación y el cambio de las conexiones entre las células cerebrales, según el estudio. El equipo, incluido el investigador que propuso por primera vez el efecto Mozart, espera que los resultados les ayuden a diseñar tratamientos de musicoterapia para personas que sufren enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
El efecto Mozart salió a la luz por primera vez en un artículo publicado en 1993 en Nature (vol. 365, p. 611), cuando Fran Rauscher, neurocientífico de la Universidad de Wisconsin Oshkosh (EE.UU.), y sus colegas demostraron que los estudiantes universitarios que escuchaban la Sonata para dos pianos en re mayor de Mozart durante 10 minutos obtenían mejores resultados en una prueba de razonamiento espacial que los estudiantes que escuchaban música new age o nada en absoluto.
Los científicos discutieron sobre si el fenómeno tenía una explicación relativamente sencilla, como la de mejorar el estado de ánimo de una persona, o si el efecto estaba ligado a una cualidad única de las composiciones de Mozart. Un estudio señaló que las cualidades rítmicas particulares de la música de Mozart imitan algunos ciclos rítmicos que se producen en el cerebro humano.
Estudio sobre Mozart
La música está presente en muchos aspectos de la vida de todos. El acto de escuchar música suele estar motivado por la búsqueda de experiencias estéticas o de regulación afectiva (Groarke y Hogan, 2018), pero también hay una creciente conciencia de que la escucha pasiva de música -es decir, la escucha sin intenciones analíticas- puede mejorar el rendimiento cognitivo (para los efectos cognitivos del entrenamiento musical, véase Kraus y Chandrasekaran, 2010; Besson et al., 2011). Junto con la investigación sobre los adultos más jóvenes, se ha prestado atención a los beneficios que la escucha pasiva de música puede tener para los adultos mayores, incluidos los que tienen deficiencias cognitivas (Thaut, 2010; Peck et al., 2016; Fang et al., 2017. Determinar cuándo y cómo la escucha pasiva de música mejora el rendimiento cognitivo en los adultos más jóvenes es un objetivo práctico importante, ya que puede proporcionar indicaciones para la optimización de sus condiciones de estudio/trabajo. Hacer lo mismo para los grupos de mayor edad es quizás un objetivo aún más crítico: a medida que el mundo trata de hacer frente a las consecuencias del aumento de la longevidad, la mejora cognitiva en las edades avanzadas se convierte en una prioridad.
La epilepsia de la sonata de Mozart
El “efecto Mozart” fue descrito por primera vez en 1993 por científicos de la Universidad de California en Irvine, que pidieron a unos individuos que escucharan la sonata de Mozart para dos pianos (K448) durante 10 minutos, mientras otros escuchaban silencio o un audio de relajación diseñado para reducir la presión arterial.
El mismo estudio investigó los efectos a largo plazo de la música en el cerebro, dando a un grupo de niños de tres a cuatro años clases de teclado durante seis meses. Al final del entrenamiento, su rendimiento en una prueba de razonamiento espacio-temporal era un 30% mejor que el de los niños de una edad similar que recibieron clases de informática durante seis meses o no recibieron ningún entrenamiento especial.
El aumento de las capacidades espacio-temporales de los niños pequeños duró 24 horas, en contraste con el experimento inicial basado en Mozart, cuyos resultados sólo duraron 15 minutos. Según el estudio, este resultado se debe a la mayor plasticidad del cerebro de los jóvenes y a la duración de la exposición a la música.
Posteriormente se realizó otra prueba con un grupo de ratas in utero a las que se expuso a la sonata para dos pianos de Mozart y a la música minimalista de Philip Glass, antes de comprobar su capacidad para encontrar el camino a través de un laberinto.